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Pero la serpiente replicó a la mujer:

— De ninguna manera morirán. Dios sabe que, si un día comen, se les abrirán los ojos y serán iguales a él: conocerán el bien y el mal.

Entonces la mujer se dio cuenta de lo hermoso que era el árbol, de lo deliciosos que eran sus frutos y lo tentador que era tener aquel conocimiento; así que tomó del fruto y comió, dándoselo seguidamente a su marido que estaba junto a ella y que también comió.

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